El síndrome premenstrual es un cuadro sintomático variable, similar a la sintomatología de la menstruación (sin sangrado) la semana anterior a la aparición de la misma. Las alteraciones del SPM transitan entre lo físico y lo emocional, sin que necesariamente se repita mes tras mes de la misma manera o la misma medida. 

El 90% de las personas menstruantes refieren sufrir alguno de sus indicios, especialmente entre los 20-30 años, cuando las hormonas están más preparadas para la fertilidad. Aunque no sea lo más habitual, las dolencias y molestias pueden llegar a dificultar la ejecución de las tareas del día a día.

Los síntomas más habituales son los siguientes:

Dolor de cabeza, muscular y/o articular

Retención de líquidos

Fatiga

Sensibilidad cutánea y/o aparición de acné

Hinchazón abdominal y de los senos

Estreñimiento o diarrea

Depresión leve, tensión y/o ansiedad

Cambios en la líbido Insomnio

Problemas de concentración

 

Es importante comprender que, aunque el SPM está muy aceptado y tipificado, padecerlo no debería verse como algo normal. 

Cuando nuestra salud menstrual es óptima este síntoma debería ser inexistente.

Cuando tomamos consciencia y respetamos lo que nos pide nuestro cuerpo, este no se revela en nuestra contra. 

El personal médico desconoce el origen de este padecimiento, pero tras la elaboración de numerosos estudios, la evidencia científica nos ha dejado un par de hipótesis interesantes al respecto:

Las personas con mayor carga emocional, que están pasando por situaciones difíciles o que son PAS son más propensas a padecerlo.

Se supone que el SPM aparece como consecuencia del desequilibrio hormonal, más concretamente por una producción excesiva de estrógenos en la fase lútea (cuando debería ser la progesterona la protagonista).

 

Ambas teorías podrían estar estrechamente relacionadas entre sí, y a su vez responder a una carencia de autocuidados por nuestra parte. 

Intentar seguir el ritmo impuesto y hacernos cargo de nuestras necesidades sanitarias no es tarea sencilla. A veces pareciera que menstruar es un secreto que debemos llevar bien escondido en nuestra ropa interior. ¡Que nadie se entere de que sangras cada mes! Por ello comprendemos que parar y observar qué nos pide nuestro sistema reproductor no es nada fácil. En cualquier caso, hasta los cambios más pequeños marcan una gran diferencia. Con resiliencia y compasión hacia nuestra biología, vibrando en sintonía con nuestra energía lunar, estaremos más cerca de una salud menstrual plena, y por ende, lejos del síndrome del que os hablamos en este post.

La psicoanalista Marie Langer, escritora del famoso Maternidad y Sexo (1951), afirmaba que la aceptación y celebración primigenia de la menarquía constituye el crecimiento personal de los sujetos menstruantes y previene la estigmatización de “histeria femenina” asociada a los cambios hormonales.

Cuando aliamos en origen nuestras funciones vitales a sensaciones negativas, sentimos vergüenza o incluso ganas de arrancarnos los ovarios para no ver esas malditas manchas carmesí sobre el suave algodón de nuestras bragas favoritas, le estamos mandando a nuestro cuerpo la señal inconsciente de que debe protegerse de un mal que se le viene encima. 

Así pues, durante siglos, las mujeres han sufrido y sangrado en silencio, creando una herida psicológica en nuestra herencia genética. Dicho esto, concluimos que el SPM de nuestras madres y abuelas influye en cómo lo experimentamos nosotras.

Nosotras trabajamos, tal y como dice la escritora feminista Erika Irusta, desde la herida. Sanarnos nosotras implica sanar a las generaciones venideras.

Vivir el SPM nos señala que hay cosas que no estamos haciendo del modo correcto, nos da la oportunidad de aprender sobre nuestras necesidades biológicas.

Pero, ¿si ya tengo los síntomas que puedo hacer para mitigarlos? 

Para empezar, recordad que los anticonceptivos hormonales NO FUNCIONAN como tratamiento para los desajustes hormonales. Las personas profesionales de la ginecología proponen esta opción contra el SPM, no necesariamente como tratamiento, sino por la comodidad que suponen; suprimen nuestras funciones hormonales con lo que el cuadro sintomático desaparece. Los anticonceptivos hormonales enmascaran nuestros síntomas haciendo que, mediante alteraciones químicas, nuestro sistema reproductivo deje de funcionar. Al no tener un periodo natural, al dejar que las pastillas hagan el trabajo que nuestro cuerpo muy sabiamente sabe hacer sin ayudas externas, más que poner solución estamos acentuando el problema. Una vez se suprima la ingesta de dicha medicación, los síntomas previos se verán magnificados y será mucho más difícil lidiar con ellos. Por no hablar de todos los cambios que implementan en la química de nuestro cerebro y los riesgos de padecer amenorrea secundaria (ausencia del sangrado y por lo tanto un incorrecto funcionamiento endocrino e hipotalámico) por su causa.

Nuestros cuerpos no son máquinas que debemos reparar y dejar “a punto”, se trata de nuestro bien más preciado que debemos cuidar desde el respeto y el autoconocimiento.

Por lo tanto, la propuesta que nosotras traemos tiene un enfoque natural, basado en la alimentación y la implementación de plantas que nuestros ancestros han usado durante siglos.

El cambio principal comienza en la perspectiva que vamos a tomar, cada vez que te veas autotorturándote con preguntas del estilo de “¿Por qué mi cuerpo se pone en mi contra?” habrán de ser sustituidas por otras más compasivas como “¿Qué le está pasando a mi cuerpo para que tenga estas reacciones?”. De este modo, poco a poco, con pequeños cambios de pensamiento llegaremos a la raíz del dilema, así pues podremos comprender nuestros patrones y el impacto que estos tienen como foco para que el SPM aparezca.

Estar en sintonía con la energía femenina / yin / lunar que todas las personas llevamos dentro, nos da autovalidación, nos enseña a aplicar límites sanos, nos encamina hacia nuestra verdad y además nos acerca a la divinidad natural que portamos.

Estos conceptos son muy importantes en las teorías más prístinas del ecofeminismo, mediante las que se afirmaba que:

Todo ser menstruante es un canal de conexión con la naturaleza y con el conocimiento universal.

Esto no es más que el inicio del camino que te animamos a recorrer.

Antes de sumergirnos en materia terapéutica queremos hacer un pequeño resumen de los factores emocionales asociados a este pequeño temporal que experimentamos. Para ello hicimos una encuesta a una serie de personas menstruantes y, aunque los testimonios de las encuestadas en cuanto al carácter fisiológico eran dispares y muy específicos, los resultados a nivel emocional nos han sorprendido por su reiteración caso a caso.

Todas las encuestadas refirieron dos tipos de SPM:

El SPM en periodos de poco estrés: Momentos de alta sensibilidad y reconexión con las propias emociones, especialmente con aquellas que estaban siendo desatendidas. Sensaciones de reconexión con una misma y con el entorno. Gratitud generalizada ante la vida. Sentimientos desbordantes que nos tienen al borde de las lágrimas de manera constante.

El SPM en periodos estresantes: Potenciación de miedos irracionales y pensamientos recurrentes asociados a situaciones traumáticas del pasado. Niveles de ansiedad muy elevados y necesidad de introspección. Rabia generalizada y sensación de desamparo.

Las participantes confesaron una necesidad superior de afectos durante este tiempo, sin importar el tipo de periodo que se esté dando. Por ello, os animamos a abrir vuestro corazón a vuestros seres queridos y a pedir lo que necesitéis de las personas que os quieren y que queréis. 

Crear una red afectiva es el primer paso para sanar nuestra psique, tan importante en todo lo asociado a la salud menstrual.

Sigue leyendo sobre como mitigar tu SPM pinchando aquí.

Nuestros recursos a tu disposición

En nuestra página web podrás encontrar además otros recursos importantes para poder conocer los beneficios que la alimentación consciente puede darte cuales:

Te animamos además a realizar nuestro TEST DE ALIMENTACIÓN CONSCIENTE