Vindicación de los derechos de la mujer

Mary Wollstonecraft

La obra de Mary Wollstonecraft, filósofa y escritora británica, Vindicación de los derechos de la mujer (1792), cuyo título original en inglés es “A Vindication of the Rights of Woman: with Strictures on Political and Moral Subjects“, es una de las primeras obras de la literatura y filosofía feministas.

En Vindicación de los derechos de la mujer, Wollstonecraft rebate la postura sostenida por los teóricos políticos y educacionales del siglo XVIII, en plena Ilustración, de que las mujeres no debían tener acceso a la educación.

En lugar de ver a las mujeres como simples elementos decorativos en la sociedad o bienes con los que comerciar a la hora de acordar un matrimonio, Mary Wollstonecraft mantiene que las mujeres son seres humanos que merecen los mismos derechos fundamentales que los hombres.

La distancia que separa el tiempo de May Wollstonecraft del presente tan sólo cambia el modo de formular las preguntas, pero no el fondo de las mismas. Vindicación de los derechos de la mujer constituye uno de los pilares fundamentales de la teoría feminista contemporánea.

 

Vida y contexto social de Mary Wollstonecraft

La vida de Mary Wollstonecraft (1759-1797) marcó claramente la vocación de sus textos y el mérito de una escritura desafiante con el espacio entonces negado a las mujeres. El contexto de la Revolución francesa y sus circunstancias personales la convirtieron en una fascinante excepción del pensamiento de la época.

Mary Wollstonecraft fue hija de un padre brutal que despilfarraba el resto de una fortuna, comenzó a ganarse la vida a la edad de 17 años como señorita de compañía, institutriz, modista y maestra, al tiempo que comenzó a escribir y a destacar por su clara inteligencia. Vivió en Irlanda, Francia e Inglaterra y frecuentó círculos de pintores, escritores, filósofos y editores.

Era contraria al matrimonio pero tuvo una hija, Fanny, con un escritor estadounidense y más tarde tuvo su segunda hija, la famosa escritora de Frankenstein Mary Shelley, con el filósofo y escritor Godwin, con quien poco antes se había casado en secreto. Mary Wollstonecraft murió días después de traer al mundo a Mary Shelley, con tan solo 38 años.

 

La obra: Vindicación de los derechos de la mujer

Es autora de muchas obras, novelas, relatos, pero de entre ellas destaca por su repercusión en la historia y la Vindicación de los derechos de la mujer (1792), siendo esta la obra en la que condena la educación que se daba a las mujeres porque las hacía “más artificiales y débiles de carácter de lo que de otra forma podrían haber sido” y porque deformaba sus valores con “nociones equivocadas de la excelencia femenina“.

En La Vindicación de los derechos de la mujer Wollstonecraft extiende los argumentos expuestos en Los derechos del hombre, publicada un año antes en 1791, y tal y como el título sugiere, la escritora se ocupa de los derechos de un grupo determinado de hombres (hombres británicos blancos del siglo XVIII) mientras que en Los derechos de la mujer, su interés se concentra en los derechos de la mujer como categoría abstracta. Es decir, se refiere a todas las mujeres, cada una y cada cual con su individualidad y derechos humanos, pero agrupadas en el concepto abstracto de “la mujer”.

Vindicación de los derechos de la mujer es así una de las primeras obras de la historia, junto con la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana de Olympe de Gouges, que aborda la inclusión de la mujer en los principios universales de la Ilustración, así como la aplicación del principio de igualdad, la educación y la emancipación de los prejuicios, reconociendo a las mujeres como personas y ciudadanas de pleno derecho.

 

La primera ola feminista

Las primeras feministas, que aún sin existir el término ellas ya existían,  pensaban que una misma educación para hombres y mujeres daría lugar a la igualdad entre ambos sexos. Pero Mary Wollstonecraft va más allá, pidiendo que las leyes del Estado se usen para terminar con las tradiciones de subordinación femenina, y que fuese el Estado quien garantizara un sistema nacional de enseñanza primaria gratuita universal para ambos sexos.

Las mujeres con otra educación podían haber “practicado la medicina, llevado una granja, dirigido una tienda, y serían independientes y vivirían de su propio trabajo“. Según Wollstonecraft, el objetivo de la educación “es conseguir carácter como ser humano, independientemente del sexo al que se pertenezca“.

Al creer que el Estado debía reformar el matrimonio y la educación, y que las leyes debían acabar con la subordinación de las mujeres y que éstas no debían ser excluidas de la vida política, Mary Wollstonecraft inicia una nueva era en el discurso feminista.

A pesar de algunos “peros” a su obra por la dureza de sus palabras, consecuencia sin duda debida al contexto social en que vivía: una sociedad patriarcal con sólidos cimientos, y debido a su propia educación machista en la cual el hombre es la medida de todo y la referencia a quien admirar, Mary Wollstonecraft está decidida a ilustrar las limitaciones que la falta de educación ha supuesto a las mujeres.

Escribe así: “Enseñadas desde su infancia que la belleza es el cetro de las mujeres, la mente se amolda al cuerpo y, errante en su dorada jaula, sólo busca adornar su prisión.” La implicación de esta afirmación es que, sin el daño ideológico que anima a las jóvenes desde temprana edad a centrar su atención en la belleza y las mejoras exteriores, las mujeres podrían lograr mucho más.

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Nº de páginas: 320 págs.

Editorial: ISTMO

Lengua: CASTELLANO

ISBN: 9788470904646

Extracto de la obra:

“Quiero al hombre como compañero; pero su cetro, real o usurpado, no se extiende hasta mí, a no ser que la razón de un individuo reclame mi homenaje; e incluso entonces la sumisión es a la razón y no al hombre. De hecho, la conducta de un ser responsable debe regularse por las operaciones de su propia razón, si no ¿sobre qué cimientos descansa el trono de Dios?

Me parece necesario extenderme en estas verdades obvias, ya que las mujeres han sido aisladas, por así decirlo. Y cuando se las ha despojado de las virtudes que visten a la humanidad, se las ha engalanado con gracias artificiales que les posibilitan ejercer una breve tiranía. Como el amor ocupa en su pecho el lugar de toda pasión más noble, su única ambición es ser hermosa para suscitar emociones en vez de inspirar respeto; y este deseo innoble, igual que el servilismo en las monarquías absolutas, destruye toda fortaleza de carácter. La libertad es la madre de la virtud y si por su misma constitución las mujeres son esclavas y no se les permite respirar el aire vigoroso de la libertad, deben languidecer por siempre y ser consideradas como exóticas y hermosas imperfecciones de la naturaleza. […]

Así pues, me aventuraré a afirmar que hasta que no se eduque a las mujeres de modo más racional, el progreso de la virtud humana y el perfeccionamiento del conocimiento recibirán frenos continuos. Y si se concede que la mujer no fue creada simplemente para satisfacer el apetito del hombre o para ser la sirvienta más elevada, que le proporciona sus comidas y atiende su ropa, se seguiría que el primer cuidado de las madres o padres que se ocupan realmente de la educación de las mujeres debería ser, si no fortalecer el cuerpo, al menos no destruir su constitución por nociones erróneas sobre la belleza y la excelencia femenina; y no debería permitirse nunca a las jóvenes asimilar la noción perniciosa de que un defecto puede, por cierto proceso químico de razonamiento, convertirse en una excelencia.”