Glosario feminista

- Letra T -

Techo de cristal:

Barrera invisible resultante de un complejo entramado de estructuras en organizaciones dominadas por varones, que impide que las mujeres accedan a puestos importantes. Es una limitación del ascenso de las mujeres dentro del mundo laboral la cual se mantiene debido a una serie de prejuicios extendidos a la hora de confiar a las mujeres puestos de responsabilidad, así como a una estructura de prácticas machistas extendidas dentro del mundo de los negocios como las reuniones, el compadreo o el corporativismo masculino.

Concepto acuñado en los años ochenta, que ha ido generalizándose por su eficacia metafórica para referir las barreras invisibles pero muy efectivas que impiden la promoción de las mujeres y su presencia en los puestos directivos en las diferentes organizaciones. Es una manifestación que obstaculiza el proceso de promoción de las mujeres en cualquier ámbito de la esfera pública y que se hace visible al comparar la trayectoria de la promoción de la trabajadora con la trayectoria de promoción de sus colegas masculinos. Algunas teóricas hablan también de “suelo pegajoso”, por los obstáculos que lastran las carreras laborales de las mujeres, impidiendo su promoción.

 

Techo de cemento:

Se refiere a los límites que tienen las mujeres para crecer política, social o empresarialmente, debido a la falta de referentes, la maternidad, la vida personal, una mayor autocrítica o una forma diferente de entender el liderazgo y la ambición profesional.

 

Techo de diamante:

Término acuñado por Amelia Valcárcel en su libro “La política de las mujeres” (1997, Ediciones Cátedra). Se refiere al hecho de que, en la sociedad patriarcal, el hombre sea un “objeto de aprecio” y la mujer un “objeto de deseo”, subordinándola así a una situación en la que el hombre perpetúa su poder. El techo de diamante impide que se valore a las mujeres por criterios estrictamente profesionales y merma la autoestima femenina de cara a aspirar a un puesto de mando.

 

Tercer sexo:

Los términos tercer sexo y tercer género sirven para describir individuos que se considera que no son hombres ni mujeres, al igual que la categoría social gender-queer presente en aquellas sociedades que reconocen tres o más géneros. El estado de no ser ni masculino ni femenino puede entenderse en relación al sexo, rol genérico, identidad de género u orientación sexual del individuo. En diferentes culturas (o para diferentes personas), un tercer sexo o género puede representar un estado intermedio entre hombres y mujeres, un estado en el que se es ambos, o bien un estado en el que no se es ninguno, la habilidad de cambiar de género, o una categoría del todo independiente de lo masculino y lo femenino. Esta última definición es la favorecida por aquellos que argumentan por una interpretación estricta del concepto de tercer género.

 

Terror sexual:

Es el miedo construido en las mujeres, que nos hace percibirnos como seres vulnerables, indefensas y sin capacidad para actuar o para enfrentar la violencia. El terror sexual genera muros simbólicos que frenan a las mujeres en el ejercicio y en el disfrute de sus derechos. Es una amenaza no concretada pero real, que facilita un control aceptable sustentado en una supuesta protección, pues “algo” nos puede pasar si decidimos caminar solas por la vida, sin tener el necesario “cuidado”. Esto conlleva renuncias que nos podrían llevar a hablar de un “apartheid encubierto”, donde hay espacios y situaciones vetadas para las mujeres. La única esperanza de sentirnos “protegidas” es por nuestro príncipe azul o, en su defecto, por un hombre.

 

Test de Bechdel:

Método de evaluación ideado por Liz Wallace para identificar el machismo mediante la brecha de género en una película, serie, cómic u obra de teatro. El método de evaluación es el siguiente:

1) En la película deben salir al menos dos personajes femeninos.

2) Dichos personajes hablan entre ellos en algún momento de la película.

3) Dicha conversación tiene que tratar de algo más que no sea un hombre sin que esto esté exclusivamente limitado a relaciones románticas (es decir, dos hermanas hablando de su padre tampoco pasarían el test).

 

Trabajo doméstico y de cuidados:

El empleo doméstico o trabajo doméstico y de cuidados, es una parcela laboral completamente feminizada ya que son más del 90% de mujeres las personas que realizan este tipo de funciones como asistentes de hogar, limpiadoras y/o cuidadoras. Hasta hace no muchos años las mujeres que realizaban estos trabajos no tenían contratos legales, ni cotización y, por tanto, sufrían de la completa desprotección del sistema al ser trabajadoras invisibles. En España por ejemplo, este tipo de empleo está regulado por la seguridad social a partir de 2012 si bien lo considera de regulación especial. Pero la situación de ilegalidad sigue siendo todavía habitual produciéndose en muchos casos ya que, la persona contratante no desea pagar el coste extra que supone el pago de la seguridad social, por no considerar importantes los derechos laborales de la persona contratada, aún a pesar de la importancia de este trabajo, quien en casi todas las ocasiones son mujeres de otra nacionalidad, como es el caso de España con las personas que vienen de Sudamérica.

 

Trabajo doméstico y de cuidados no remunerado:

El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado es una de las dimensiones menos reconocidas de la contribución de las mujeres al desarrollo y a la supervivencia económica de los hogares. Más aún, el cuidado no remunerado sigue siendo el impuesto oculto y más alto de las mujeres en términos económicos y de tiempo. Las responsabilidades y el tiempo dedicado al hogar o al cuidado de otras personas dependientes (niña/os, anciana/os, personas con diversidad funcional o personas enfermas), sin recibir remuneración económica alguna, restringe notablemente la posibilidad de las mujeres e contar con ingresos propios, de buscar opciones en el mercado laboral, de participar plenamente en la política y la sociedad, al mismo tiempo que las relega de la protección social indispensable para la satisfacción autónoma de sus necesidades.

 

Trabajo productivo:

Designa el conjunto de actividades no remuneradas que son necesarias para la reproducción, en términos sociales, es decir, que se requieren para el mantenimiento doméstico del hogar y para el cuidado de las personas que integran la familia. Este trabajo se ha asignado tradicionalmente a las mujeres, como producto de la división sexual del trabajo.

 

Trabajo reproductivo:

Designa el conjunto de actividades no remuneradas que son necesarias para la reproducción, en términos sociales, es decir, que se requieren para el mantenimiento doméstico del hogar y para el cuidado de las personas que integran la familia. Este trabajo se ha asignado tradicionalmente a las mujeres, como producto de la división sexual del trabajo.

 

Transexualidad:

La transexualidad es la realidad que viven las personas que no presentan acorde su género psicológico con el que el heteropratiarcado normativo dice corresponderles por su cuerpo físico, dentro del binarismo imperante. Así, una mujer transexual es aquella persona que reconociéndose mujer tiene, cuando menos inicialmente, el cuerpo físico -caracteres sexuales primarios- que la ciencia médica ha determinado corresponder al de un varón. Esto es: un cuerpo con pene y testículos. Por su parte, un hombre transexual es aquel que reconociéndose varón tiene, cuando menos inicialmente, el cuerpo físico -caracteres sexuales primarios- que la ciencia médica ha determinado corresponder al de una mujer. O sea, un cuerpo con senos, vagina, útero, etc. Es importante apuntar que la transexualidad es anterior a cualquier diagnóstico psiquiátrico de “trastorno de la identidad de género” e independiente de un tratamiento médico -endocrino y/o quirúrgico- que pueda modificar la apariencia o la función corporal primigenia adecuándola, de esta manera, a la identidad de género auto-percibida.

 

Transfobia:

Odio e intolerancia hacia las personas trans y la diversidad de género y creencia social de que la forma de identidad y expresión de una persona debe corresponder a su sexo biológico.

 

Transversalidad de género:

Con el objetivo de complementar la estrategia de la acción positiva, los organismos de igualdad internacionales ponen en marcha, a partir de la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres de Naciones Unidas (Beijing, 1995), la estrategia de la transversalidad de género (gender mainstreaming) que consiste en incorporar la meta de la igualdad de género en todas las políticas, a todos los niveles, en todas sus fases, involucrando a los agentes implicados y utilizando los recursos asignados ordinariamente. Es decir, que el objetivo de lograr la igualdad de género impregne todas y cada una de las acciones de las políticas públicas.

 

Trata de seres humanos:

Comercio con seres humanos, fundamentalmente mujeres, niñas y niños, para convertirlos en esclavos modernos: mano de obra barata o explotación sexual. Es un grave problema de violación de derechos humanos que se da a nivel mundial y sistémico en proporciones alarmantes.