Glosario feminista

- Letra S -

Salud en materia de procreación o salud reproductiva:

Situación de bienestar físico, mental y social completo (no limitada a la ausencia de enfermedad o discapacidad) en todo lo relativo a la procreación, sus funciones y procesos.

 

Segregación en el trabajo/empleo:

Cuando las mujeres y los hombres aparecen concentrados de forma diferente en diferentes tipos y en diferentes niveles de actividad y de empleo, se habla de segregación laboral por sexo. Se trata de la concentración de mujeres y de hombres en tipos y niveles diferentes de actividad y de empleo, donde las mujeres se ven confinadas a una gama más estrecha de ocupaciones que los hombres (segregación horizontal) y apuesto de trabajo inferiores (segregación vertical).

 

Segregación horizontal o sectorial:

Concentración de mujeres de hombres en sectores y empleos específicos. Se consideran sectores o ramas de actividad feminizadas: enseñanza, sanidad, comercio, hostelería, servicios sociales, empleo del hogar… La feminización de un sector va en desventaja del mismo, pues significa que presenta peores condiciones.

 

Segregación vertical u ocupacional:

Concentración de mujeres y de hombres en grados y niveles específicos de responsabilidades o de puesto. Distribución no equilibrada de mujeres y de hombres en grados y niveles específicos de responsabilidad o de puestos. Se materializa en una mayor presencia de mujeres en los niveles inferiores de responsabilidad y en su menor presencia en los niveles de supervisión y organización de esos mismos trabajos.

 

Sexismo:

Consideración de que un sexo es inferior al otro. Puede manifestarse como una actitud o como un conjunto de creencias y genera la discriminación. A lo largo de la Historia, el sexo considerado inferior ha sido el femenino, lo que está en la raíz de la discriminación que sufren las mujeres. La construcción de un orden simbólico en el que las mujeres son consideradas inferiores a los hombres implica una serie de comportamientos y actitudes estereotipados que conducen a la dominación y subordinación de un sexo con respecto al otro.

Algunas autoras establecen diferencias entre machismo y sexismo, ya que mientras el machismo es una actitud inconsciente en el sentido de que, cuando a una persona con comportamientos machistas se le explica su actitud puede optar por abandonarlos, el sexismo representa una actitud consciente que propicia la dominación y subordinación del sexo femenino con respecto al masculino. Por lo tanto, erradicar el sexismo en cualquiera de sus manifestaciones es imprescindible para garantizar la igualdad de oportunidades y trato entre mujeres y hombres.

 

Sexualidad:

La sexualidad es un aspecto de las personas que engloba diferentes características, capacidades y funciones, como el cuerpo sexuado, la respuesta sexual (deseo, excitación, orgasmo y resolución), la identidad sexual, la orientación sexual, la identidad de género, el placer o el erotismo. La sexualidad implica y afecta a las relaciones sociales y afectivas, a la salud, al autoconcepto y a la autoestima. Se crea, se vivencia y se expresa mediante conductas, pensamientos, deseos, fantasías, valores, creencias y relaciones intra e interpersonales. En su desarrollo influyen dimensiones biopsicosociales, económicas, históricas, políticas, sanitarias, culturales, éticas, religiosas y espirituales y, a su vez, la sexualidad influye en las anteriores. Es, por tanto, aprendida, partiendo de nuestra capacidad sexual innata, y se construye tanto a nivel individual, como social y evolutivo. Cada sexualidad es única y está presente durante toda la vida.

En gran parte de nuestras sociedades ha existido un adoctrinamiento en relación a la sexualidad, que ha creado sucesivos modelos que han marcado un tipo de sexualidad dominante y socialmente válido, invisibilizando e infravalorando otros existentes, limitando la vivencia sexual creativa y única de cada persona y afectando a la sociedad en general. Estos modelos de sexualidad están basados principalmente en una heterosexualidad obligatoria o heteronormatividad y en unos roles sexuales y de género impuestos a cada persona, según sea considerada de sexo masculino o femenino en base a sus genitales. Dejan la intersexualidad al margen y crean jerarquías sociales.

A lo largo de los últimos tiempos, el debate de los cuerpos y de las identidades ha permitido mostrar otros tipos de orientaciones e identidades sexuales y de género. Un ejemplo es la teoría queer, que afirma que la orientación sexual y la identidad sexual y/o de género de las personas son el resultado de una construcción social y que, por lo tanto, no existen papeles sexuales esenciales o biológicamente inscritos en la naturaleza humana, sino formas socialmente variables de desempeñar tales roles, teniendo la sexualidad la condición de la plasticidad.

 

Síndrome de adaptación a la violencia doméstica:

Igual que las personas en períodos prolongados de aislamiento durante un secuestro, – Síndrome de Estocolmo- las mujeres maltratadas sufren una exposición constante al miedo que provoca la agresión física continuada en su espacio íntimo. Los iniciales estados agudos de ansiedad se hacen crónicos pasando a generar cuadros depresivos que se unen a las claves traumáticas del escenario de violencia para producir una configuración en donde la mujer, cada vez más aislada del mundo seguro que conocía junto a su pareja íntima, comienza a perder la noción de una realidad que ya no reconoce.

La ruptura del espacio de seguridad en su intimidad, consecuencia de la conversión de su pareja de referente de seguridad y confianza a fuente de agresión y peligro, será el eje de desorientación sobre el que pivotará la incertidumbre acerca de cuándo y porqué se producirá la siguiente paliza. La mujer, ante estas perspectivas, pierde la capacidad de anticipar adecuadamente las consecuencias de su propia conducta y cede, cada vez más, a la presión de un estado de sumisión y entrega que le garantiza unas mínimas probabilidades de no errar en su comportamiento. El agresor mostrará momentos de arrepentimiento que contribuirán aún más a desorientar a la víctima y a incrementar la auto-culpabilización de la mujer.

La incapacidad de la víctima para poner en práctica recursos propios u obtener ayuda externa para disminuir el riesgo de agresión impulsará a la mujer a adaptarse, vinculándose paradójicamente a la única fuente que percibe de acción efectiva sobre el entorno: su pareja violenta. Para ello, disociará las experiencias negativas de las positivas y se concentrará en estas últimas, asumiendo la parte de arrepentimiento de su agresor, sus deseos, motivaciones y excusas, y proyectando su propia culpa al exterior de la pareja, protegiendo así su debilitada autoestima y modificando su identidad. Después, cada una de las percepciones e informaciones que reciba la mujer pasarán por el filtro del nuevo modelo mental que ha asumido para explicar su situación, complicándose en gran medida las probabilidades de extraer a esa víctima del entorno de violencia. En mujeres con relaciones personales muy limitadas al espacio doméstico, cuyas oportunidades de intercambio en otros ámbitos estén restringidas, la percepción de su espacio vital puede ser bastante similar a la de un cautivo.

El Síndrome de Adaptación a la Violencia Doméstica crea un nuevo modelo para entender la realidad de violencia contra la mujer. El término ha sido acuñado y desarrollado por el psicólogo español Andrés Montero (1999) a partir de una investigación realizada en el seno de la Universidad Autónoma de Madrid.

 

Sistema de géneros:

Conjunto de estructuras socioeconómicas y políticas que mantiene y perpetúa los roles tradicionales masculino y femenino, así como lo clásicamente atribuido a hombres y a mujeres.

 

Sostenibilidad de la vida:

Es una apuesta política -y, aún más, una llamada urgente- por un modelo de desarrollo que sitúe a las personas y al planeta en el centro de nuestra actividad, que permita el ejercicio de nuestros derechos y el de las futuras generaciones y que está basado en la ética del cuidado. A diferencia de la pretendida homogeneización y jerarquización de la globalización capitalista, no se trata de un marco cerrado de actuación. Una sociedad justa donde quepan todas las personas, lo que podríamos denominar el buen vivir, debe ser una construcción económica, social, cultural y ambiental pactada socialmente, abierta a la diversidad de experiencias, deseos y necesidades de quienes la componen.

 

Sororidad:

Es un término derivado del latín soror que significa hermana. Sororidad es un término utilizado para referirse a la hermandad entre mujeres con respecto a las cuestiones sociales de género. Se refiere al apoyo, coexistencia y solidaridad frente a los problemas sociales que se presentan en sociedad. La sororidad es un valor, como la fraternidad, pero vinculada a la unión, respeto y amor entre las mujeres. La sororidad es un término que empezó a ser acuñado en el área de las ciencias sociales, especialmente desde la perspectiva feminista, para conceptualizar la necesidad de la creación de vínculos y alianzas naturales entre las mujeres con el fin de eliminar las opresiones sociales que las afectan como, por ejemplo, el machismo. La sororidad es una nueva forma de encarar los problemas sociales mediante una relación más íntima y comprensiva entre mujeres creando así el empoderamiento del género femenino en la sociedad actual.

 

Subjetividad:

En la teoría del conocimiento tradicional o pre-crítica (anterior a Kant), la subjetividad es básicamente, la propiedad de las percepciones, argumentos y lenguaje basados en el punto de vista de la persona sujeto, y, por tanto, influidos por los intereses y deseos particulares de la misma, sin dejar de pensar que las cosas se pueden apreciar desde diferentes tipos de vista. Su contrapunto es la objetividad, que los basa en un punto de vista intersubjetivo, no prejuiciado, verificable por diferentes sujetos. Para poder utilizar la subjetividad de forma coherente es necesario razonar de manera crítica. Desde el punto de vista de la sociología de la subjetividad se refiere al campo de acción y representación de los sujetos siempre condicionados a circunstancias históricas, políticas, culturales, etc.

 

Subjetividad femenina:

Las personas van construyendo desde su nacimiento su subjetividad por medio de la interacción con el exterior, así aprenden a comportarse, a relacionarse, a pensar, a desarrollarse, todo esto atravesado por las premisas culturales. Las premisas culturales por ser parte de la reproducción social, van cambiando y transformándose en el proceso de interacción de una generación a otra. Estas premisas determinan el comportamiento de una persona en el contexto de una sociedad determinada ya que son el resultado de las formas de pensar y percepción de la realidad.

En referencia a la subjetividad de las mujeres, ésta se centraba únicamente en la reproducción, para así poder auto confirmarse como sujetas, puesto que con la maternidad creaban las bases de su posición como sujetas sociales y psíquicos. En la “Mujer de la Ilusión”, la autora Ana María Fernández habla sobre el papel de la mujer, donde explica que la subjetividad femenina se ve atravesada por 3 mitos los cuales son:

  • Mujer = a Madre.
  • Mito del amor romántico
  • Pasividad femenina

Sobre el primer punto, es necesario mencionar que la subjetividad femenina se fundamenta bajo la creencia de que tiene que ser madre para ser una mujer completa y con valor en la sociedad. La autora explica como la significación del cuerpo justifica la creencia de madre es equivalente a mujer completa: “…Los cuerpos de ambos géneros no sólo sostienen la constitución de la diferencia sexual sino que también soportan-sostienen los mitos sociales de lo femenino y lo masculino; estos configuran desde la imaginarización de sus perspectivas anatómicas hasta las imágenes y prácticas de si desde donde juegan su “identidad” sexual. En lo que respecta a las mujeres, la jerarquización de su lugar maternal ha privilegiado su aspecto reproductor en detrimento de su erotismo…”.

Sobre el segundo punto es importante mencionar que es mediante el mito del amor romántico las mujeres se constituyen bajo la idea de ser tuteladas y protegidas por un hombre: “Esta subjetividad en clave sentimental… crea condiciones para un tipo particular de dependencia por la cual ella espera tal vez demasiadas cosas del amor de un hombre”. Fernández explica que de la conyugalidad se deriva la pasividad femenina como una forma de control sobre la mujer y todo lo relacionado a ella: “La conyugalidad… ha sido secularmente la forma instituida del control de la sexualidad de las mujeres. No sólo como señalo Engels, para controlar su descendencia legitima, sino para producir su propia percepción de inferioridad.”

Provocando la fragilización de la mujer que se vuelve posible debido a la introyección en las mujeres de la pasividad femenina y el mito del amor romántico, pues esta combinación articula la relación entre hombres y mujeres. Ideas como: “la mujer tiene que ser dependiente del hombre”, “la mujer solo sirve para ser ama de casa”, “pobrecita ya no pudo tener hijos”, “debes ser una buena madre”, entre muchas más forman parte de la vida cotidiana, pues estos mitos operan y estructuran nuestra subjetividad.

Estos tres mitos se refieren a una mujer fragilizada que se priva de su propia sexualidad, ocultando sus deseos sexuales en la maternidad, y cubriendo esa dependencia al sexo masculino con el amor romántico.

 

Suelo pegajoso:

Fuerza que mantiene a las mujeres atrapadas en la base de la pirámide económica mediante tareas como el trabajo maternal, el trabajo conyugal y el trabajo doméstico impidiéndolas realizarse fuera del hogar puesto la sociedad hace creer a las mujeres que son las principales responsables del cuidado. El mecanismo principal para “pegar a las mujeres al suelo” es utilizar la carga de la culpa. Por ejemplo: cuando un padre trabaja fuera de casa rara vez se le juzga o se le recrimina su comportamiento por pasar demasiado tiempo en la oficina, mientras que una mujer siempre cargará con el sambenito de “mala madre”. Es un gran obstáculo que impide a las mujeres lanzarnos a tener una vida laboral y personal con equidad.

 

Slut-shaming:

Fenómeno que consiste en insultar, burlarse o avergonzar a las mujeres tildándolas de putas, zorras o guarras con la intención de hacerlas sentir culpables por llevar una vida, que no tiene que ver necesariamente con su vida sexual sino con su libertad de vivir según cómo una misma decida, y que no es la que la sociedad espera de ellas.