Nacer y ser mujer, no debe ser un castigo
Las estadísticas que nos colocan a las mujeres por debajo de los hombres en todos los indicadores de desarrollo sostenible, y no sólo eso, sino que además, desde antes de llegar al mundo, el sistema patriarcal nos rechaza por el hecho de nacer niñas, negando el derecho de nacer a muchas de esas niñas a través de los abortos selectivos con sesgo machista.
La posibilidad de dar vida, para lo cual las mujeres somos indiscutiblemente las únicas aptas, debe replantearse desde la convicción más profunda de que este acto sublime es una elección y no un destino de ahí que la procreación debe ser un acto consentido, voluntario y libre.
El respeto, el amor, la empatía tendrían que definir cualquier nacimiento, sin embargo, asistimos a un momento en la historia de la humanidad, donde millones de feticidios y generocidios castigan el nacimiento de las niñas; donde se roba el derecho a la infancia de muchas niñas para obligarlas a casarse sin consentimiento; donde millones de niñas que han sido víctimas de violencia sexual, sufren embarazos forzados, poniendo en riesgo sus vidas, pero también la vida que se gesta en ellas.
Al respecto existe un baile de cifras entre las diversas instituciones nacionales e internacionales, pues tal parece que estos son temas vetados en la agenda mundial, de manera que no se consigue cortar de raíz los orígenes de estas criminales violencias machistas y sistemáticas.
Maternidades forzadas en niñas
Muchas niñas y adolescentes están expuestas al matrimonio infantil y en consecuencia a tener relaciones sexuales forzadas, embarazos precoces y otras prácticas como la mutilación genital o el tráfico con fines de explotación sexual. Todas éstas, son flagrantes violaciones a sus derechos humanos que producen daño físico, pero también psicológico, pues reducen las oportunidades de las niñas de completar su educación escolar convirtiéndolas en analfabetas y de participación plena en la comunidad, cuando lo que predominan son los estigmas y la discriminación. Lo más grave es que representan también una causa de muerte.
Se estima que unas 70 mil adolescentes en el mundo mueren por causas relacionadas con el embarazo y el parto, de acuerdo con datos del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA).
Para el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el riesgo de muerte materna es el doble en las menores de 15 años, que en las madres de una edad mayor.
Actualmente, dos de los siete millones de partos en el mundo, son de niñas menores de 15 años, de acuerdo con datos de la campaña #Niñasnomadres, liderada por Amnistía Internacional y otras organizaciones para alertar sobre las graves consecuencias de la violencia sexual y las maternidades forzadas.
Cuando una niña enfrenta un embarazo forzado, a menudo significa que también debe enfrentar duras sanciones sociales y decisiones difíciles que producen secuelas de por vida. Quedar embarazada implica en muchas ocasiones, la expulsión del hogar; ser humilladas y estigmatizadas por la familia, por los personas de la comunidad o los compañeros; mayor vulnerabilidad a la violencia y a los abusos; y una mayor pobreza y dificultades económicas.
Los embarazos forzados en niñas, en su mayoría, no suelen ser resultado de una decisión deliberada, sino de violencia sexual dentro de la propia familia, con lo que el espacio seguro para una niña en esta circunstancia se reduce a casi nada.
Los delitos sexuales intrafamiliares poseen el agravante de tener una cifra oculta ya que las víctimas nunca llegan a denunciar ni ante la justicia, ni socialmente, por miedo y por vergüenza.
El abuso sexual intrafamiliar, está considerado uno de los delitos más traumáticos para las víctimas, puesto que a la violencia del hecho en sí, se agrega el carácter sorpresivo e inesperado de los acontecimientos, la ruptura de vínculos hasta ese momento de afecto y la destrucción de la percepción de lo familiar como un sitio de resguardo.
En la mayoría de los casos el entorno familiar tiende a minimizar los hechos, con lo que se favorece la impunidad y el secreto de familia.
La asociación española Mujeres para la Salud estima que en España, sólo 15 mujeres al año externalizan o denuncian el abuso y el incesto, de un 30% que ha sufrido abusos durante su niñez o adolescencia.
Las cifras al respecto son alarmantes, aunque podrían ser mucho mayores. UNICEF alerta sobre que siete de cada diez niñas, adolescentes y mujeres de 15 a 19 años, que han sido víctimas de abusos sexuales, nunca ha pedido ayuda.
El protocolo de Maputo, vigente desde 2005, garantiza los derechos de las mujeres, es el primer tratado de Derechos Humanos que solicita explícitamente a los estados que aseguren el acceso al aborto en ciertas circunstancias, especialmente en caso de abuso sexual, violación o incesto. El protocolo ha sido ratificado por 25 naciones de la Unión Africana.
El documental ¿Te quieres casar conmigo? trata sobre el matrimonio de niñas en África
En España, se producen cien embarazos de niñas de 15 años o menos, según datos de 2017 de la Estadística de nacimientos, por edad de la madre, mes y sexo del INE.
Abortos selectivos
En la última generación se han llevado a la práctica millones de abortos de fetos después de detectarse que eran mujeres. Éstas prácticas feminicidas son forzadas en el seno de culturas patriarcales, pues mientras los futuros varones tienen garantizados sus privilegios sociales dispuestos por la sociedad, a las futuras niñas, nacer sólo les traerá desprecio y privación de oportunidades.
Criterios lamentablemente machistas y inhumanos prohíben millones de nacimientos de niñas en todo el mundo. Siguiendo la tendencia, se estima que para el año 2020, más de 142 millones de mujeres habrán desaparecido por razón del feticidio con sesgo de género. Son las llamadas “Missing women” o “Mujeres desaparecidas”, realidad denunciada desde hace décadas por activistas como la ecofeminista Vandana Shiva y por la escritora Rita Banerji, promotora de la campaña 50 Millions Missing.
Rita Banerji ha alertado sobre que la realidad del aborto selectivo y del feminicidio de niñas en India, es una violencia que va en aumento, pues ha pasado de 50 millones de mujeres desaparecidas en 2002, a unas 68 millones en 2017.
Y es principalmente en Asia donde estas prácticas están más extendidas. India, Pakistán y China son algunos de los países que practican el infanticidio, el aborto selectivo y el feticidio, así como Armenia, Georgia o Azerbayán donde según cifras oficiales, en 2016, el 53% de los recién nacidos eran niños. Ni la medicina, ni las leyes han conseguido erradicar estas prácticas; pero la denuncia y la conciencia no debe desaparecer en ningún momento.
A su vez, datos de la OMS muestran que el mundo se realizan 22 millones de abortos inseguros al año, muchos de ellos relacionados con los embarazos involuntarios en niñas y adolescentes, pero también con el aborto selectivo.
Durante más de 20 años, la UNFPA ha puesto en marcha campañas para alertar sobre estos crímenes al lado de la Organización Mundial de la Salud, y combatir esta violencia machista contra las niñas.
La selección prenatal con sesgo machista se mide, según la UNFPA, en relación al número de niños nacidos por cada 100 niñas. La siguiente tabla muestra estas cifras en algunos de los países donde se practica el aborto selectivo.
Sobre la realidad de los abortos con sesgo de género, nos ubica la película documental La maldición de ser niña, una producción francesa de 2006, dirigida por Manon Loizeau y Alexis Marant, un reflejo de esta manifestación de violencia, que afecta a millones de mujeres en el continente asiático.
Matrimonios forzados
El matrimonio infantil constituye una violación de los derechos humanos. Pese a las leyes que lo prohíben, esta dañina práctica sigue estando muy extendida.
El matrimonio infantil lleva consigo toda una vida de sufrimiento. Las niñas, e incluso las mujeres que se casan antes de cumplir 18 años tienen menos posibilidades de seguir yendo a la escuela y más posibilidades de ser víctimas de violencia en el hogar.
En la cadena de violencias, las niñas y adolescentes forzadas al matrimonio, son madres a muy temprana edad, por lo que tienen más probabilidades de morir a causa de complicaciones durante el embarazo y el parto, que las mujeres de entre 20 y 30 años, y es más probable que sus hijos o hijas nazcan sin vida o mueran en su primer mes de vida.
UNICEF publica que en todo el mundo un 21% de mujeres se han casado antes de cumplir los 18 años, lo que equivale a unas 650 millones de mujeres. En África subsahariana 38% de las niñas se han casado durante la infancia, el porcentaje más alto de los cinco continentes.
En los últimos años, de acuerdo con Unicef, en Asia meridional, la tasa de matrimonio con niñas se ha reducido de un 50% a un 30%.
Es una realidad que nos reclama más prevención y educación sexual para no tener que llegar a situaciones que no son deseables en el momento vital de nosotras las mujeres, como lo es nuestra niñez y adolescencia, donde lo que ha de primar es el crecimiento y el aprendizaje sobre nosotras mismas.
También es tarea de todas nosotras cerrar y que no se repita, el círculo de violencia que se extiende y amplifica, generando malestar sufrimiento y enfermedad en las mujeres. Nosotras hemos podido comprobar que es posible atajar esos efectos y redirigir la energía en direcciones más positivas y productivas.
El aprendizaje acerca de nuestro cuerpo y nuestra salud reproductiva desde la niñez, así como la igualdad de género y el poder de las relaciones sociales, son herramientas que nos permitirá a las mujeres rechazar la instrumentalización de nuestros cuerpos, entender que el embarazo no es nuestro destino, sino una opción más, pero sobre todo, tener la posibilidad de ejercer nuestro derecho a decidir desde pequeñas en quien nos queremos convertir.
Es imprescindible tener el control en nuestras vidas, y actuar ante violencias tan recurrentes e invisibilizadas como los embarazos no deseados en niñas y adolescentes, los matrimonios infantiles o los abortos selectivos de niñas, una realidad que no puede, ni debe ser subestimada, ni normalizada.
Por todas las niñas que faltan en el mundo
Quizá nunca te hayas realizado esta pregunta: ¿cuántas niñas faltan en el mundo? Pero, si te paras a pensar en las niñas que faltan en el mundo averiguarás que son alrededor de 200 millones, aunque seguro que la realidad supera las cifras como siempre.