¿Es posible ser feminista y hacer dietas?
El patriarcado ha construido una idea errónea y distorsionada de la feminidad y de nosotras las mujeres, donde la línea entre la sumisión de nuestros cuerpos o la aceptación de nuestro ser integral, muchas veces aparece difusa. Ante esta circunstancia, hay quienes se preguntan si es posible ser feminista y hacer dietas.
Si tomamos en cuenta, que la tendencia de hacer dietas procede en gran medida de los mandatos de género, hacerlo significaría ser cómplices de nuestras propias opresiones.
Y no se trata de juzgarnos entre nosotras por desear tener la gestión de nuestro peso corporal o nuestra apariencia, sino de reconocer cómo estos mecanismos de presión social nos inducen a actuar o lucir de cierta forma: si rechazamos ciertos patrones, como decidir no depilarnos, somos unas cerdas. O si por el contrario, nos gusta cuidarnos en exceso, también se nos juzga de artificiales.
En ambas circunstancias, parece que las mujeres estamos propensas a actuar para complacer al resto con la falsa idea de que nuestros cuerpos están al servicio de los mandatos de delgadez o de belleza impuestos por el sistema patriarcal.
Y aunque sabemos de sobra que esto no es así, las presiones sociales continúan pasando factura a la salud y a las vidas de muchísimas adolescentes, jóvenes y mujeres, porque no pueden cumplir con tales exigencias (impuestas y autoimpuestas).
Asumir la posibilidad de aceptar y amar nuestros cuerpos como son, debe pasar por estas reflexiones. La alimentación consciente es la mejor no dieta para controlar y perder peso -la culpa pesa demasiado-, en otras palabras, para mejorar nuestra relación con la comida y comenzar a alimentar nuestras vidas sanamente.
El espíritu de la complacencia
Susan Bordo, pionera en los estudios culturales del cuerpo y autora de El feminismo, la cultura occidental y el cuerpo, afirma que la única opresión de género que se ejerce a sí misma es la estandarización de los cuerpos femeninos, pues somos las mujeres las que más nos encargamos de juzgar nuestros cuerpos y los de las demás.
Prueba de ello es la gran inconformidad entre la población española con su peso, según datos de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, particularmente de la población femenina.
Otro dato relevantes es que España ocupa el quinto lugar en Europa y el 12º del mundo, en número total de intervenciones de cirugía estética, según datos de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE), donde el 83,4% de la demanda procede de mujeres, mientras que el 16,6% de los hombres.
Las principales cirugías que demandan tanto mujeres como hombres son el aumento de mamas (ginecomastia o corrección de las mamas en caso de los varones) y la liposucción con una demanda de 20,4% y 10,9% para las mujeres, mientras que los hombres, las solicitan en 19,8% y 16,8% respectivamente.
Como dato extra, en España se realizan alrededor de 500 mil cirugías al año. La lista de países europeos la encabeza Italia con 957 mil cirugías, seguida de Rusia, Alemania y Francia.
A nivel mundial, el ranking lo encabezan Estados Unidos y Brasil con 4 y 2,5 millones de cirugías estéticas al año respectivamente.
Gordofobia y antigordofobia
Como podremos deducir, el mandato de la delgadez es muy poderoso en la cultura patriarcal y occidental, por ello la gente recurre tanto a las cirugías estéticas, y a las dietas. Nadie se opera para engordar o aumentar la masa corporal. Esta obsesión por la inexistente “talla perfecta”, tan extenuante para muchas personas, es lo que se denomina gordofobia.
Algunas feministas se refieren a la gordofobia como el terrorismo de los cuerpos que no encajan en los estándares irreales de corporalidad.
Ahora que llega el verano #stopgordofobia
Si tienes un cuerpo, disfrútalo, es único pic.twitter.com/OJjC7SiumF— Raquel R.C (@itxel13) 6 de junio de 2019
El libro La gordura es una cuestión feminista (1978) fue el primero de la psicóloga británica Susie Orbach. A diferencia de otras publicaciones de la autora, la obra citada no se publicó en el estado español, tal vez porque en aquel entonces no se predecía que en pocos años mujeres y niñas, fuesen capaces de dejarse morir de hambre ante la impotencia de sus familias, con tal de estar delgadas y acomodarse a una norma de belleza.
En este libro, Orbach afirma que la gordura y la tendencia a comer compulsivamente, tienen mucho que ver con la desigualdad de los sexos.
La autora afirma que el odio al cuerpo se está convirtiendo en una de las exportaciones ocultas de Occidente. Las personas normalizan los ideales de belleza y los consideran opresivos.
Como respuesta ante estas formas de discriminación, surge en la década de los setentas Underground Fat, un movimiento internacional organizado por las lesbianas radicales, que ha tenido una influencia fundamental en la denuncia y visibilización de estas opresiones. El Underground Fat reivindica la antigordofobia, y ha sentado las bases para seguir cuestionando tales violencias, a pesar de que sus precursoras no tuvieron en su momento, el privilegio de difundir ideas con facilidad.
Desde esta perspectiva crítica, el movimiento Underground Fat denuncia cómo la sociedad occidental se ha ido estructurando para el control de los cuerpos y cómo ha sido introducido el argumento de que la obesidad reduce y perjudica la capacidad productiva de quien la padece, por lo que se considera un factor de ineficiencia, en términos mercantiles.
La obesidad, por tanto, parece ofender los ideales occidentales de belleza femenina y, como tal, toda mujer con sobrepeso es candidata inexcusable a ser sometida a las violencias simbólicas, como se expresa en la investigación Cuerpo, gordura y feminismo. La experiencia de mujeres feministas en la CAPV citando las ideas de Orbach.
La obesidad tiene riesgos para la salud humana, eso lo sabemos de sobra, pero cuando se trata simplemente de ceder a las presiones para someter nuestros cuerpos a los deseos narcisistas de la industria de la moda, se roba nuestra energía vital.
Sin profundizar demasiado, queremos hacer mención al feederism (feeder significa alimentador), el fetiche sexual de hacer engordar a la pareja sin parar. El feederismo es otra forma de violencia que relega a la mujer a un papel de sumisión, de manera que al estar sobre alimentada, la persona no puede moverse, se vuelve totalmente dependiente, además de afectar terriblemente la salud de quien la practica.
En el feederismo, tanto la mujer, como el hombre pueden ser las personas que son alimentadas, sin embargo, este rol suelen ocuparlo las mujeres, como lo demuestran cientos de fotos y vídeos que circulan por la red y por lo cual esta parafilia se ha popularizado más de lo que imaginamos.
Algunos testimonios de mujeres que se someten a esta práctica afirman que tras miles de intentos por bajar de peso, se han dado por vencidas y ahora disfrutan física y sexualmente con él.
Con estos referentes, queremos insistir en que la aceptación de nuestros cuerpos no está reñida con el deseo de estar y sentirnos saludables, física y emocionalmente.
Poner freno a la objetivización de nuestros cuerpos
Si el orden de los factores no altera el producto, como refieren la leyes de la física, tal vez tengamos que replantearnos nuestras prioridades, antes de querer transformar nuestra apariencia.
Podemos empezar por descubrir las motivaciones que determinan nuestra relación con nuestro cuerpo, con la comida o con la actividad física. El siguiente paso será convertirnos en autoridad de nosotras mismas para valorar nuestra identidad única.
Hablar de una relación con la comida se vuelve un desafío ante tantas presiones sociales como hemos analizado en este artículo. Campañas como el “Body Positive” nos demuestran cómo la relación conflictiva con nuestros propios cuerpos, es reversible.
Comparto aquí las ideas de M. Piñeyero de lo que ella define como su oración contra el Imperio Estético del Mal: “aquí estoy gritando que tengo derecho a amar el cuerpo que tengo; allá donde el poder me dice que odie, yo amo y donde me dice que hay fealdad, no veo más que belleza; donde el poder me dice que me someta al consumo para modificar lo que soy, yo digo: NO quiero caber en tu norma.
Por ello, la invitación es a trabajar cada día para celebrar nuestros cuerpos tal y como son, para habitarlos con alegría, confianza y felicidad.
Para honrar que la vida sucede dentro de un templo sagrado que hemos de cuidar no por la norma o la moda sino porque es el lugar donde ocurre la magia de vivir.
Talleres de Alimentación Consciente
A través de la atención y experimentación que practicaremos en los talleres de Alimentación Consciente aprenderás a tener una relación sana con la comida y a sentirte feliz en tu cuerpo.