Son diversas las razones que contribuyen a la decisión de una mujer para elegir o no el camino de la maternidad. En este post hablaremos de cómo el origen de la maternidad o mejor dicho, deseo materno condiciona un apego sano o insano con el futuro bebé.

Se dice que “el papel de la madre, resulta del deseo de la madre”. A partir de la configuración de contestar a la pregunta ¿Por qué quiero ser madre? o de su deseo materno o deseo de la maternidad, la madre “moldea a su bebé”. Por tanto, podríamos afirmar que un deseo de maternidad sano fortalece el vínculo de apego con el futuro o futura bebé.

Pero, ¿por qué es importante reconocer la relación entre la maternidad, el deseo materno y el apego que se experimenta desde la infancia? ¿Qué aspectos determinan un deseo materno sano? ¿Por qué hablamos de deseo materno y no de instinto materno?, ¿Hemos interiorizado los motivos de la maternidad por los que deseamos o no ser madres?

Qué es el deseo materno

Aquello que se denomina como instinto materno es una construcción social y no algo con lo que nacemos las mujeres. Como sostienen especialistas en la materia, la inclinación de una mujer hacia la maternidad se denomina deseo de madre o deseo materno.

Si el deseo materno se representa como una capacidad y no como un mandato; como una opción de vida consciente y responsable y no como una respuesta a ciertas exigencias culturales, es probable que se genere un vínculo de apego materno sano.

También puede suceder que las mujeres transmiten un deseo de vida que probablemente no poseían, porque se sujeta a expectativas sociales, antes que a una motivación individual. En este caso se generan vínculos de apego materno insanos o inseguros con la cría. Esto ocurre cuando la decisión de ser madre está motivada por razones que no han sido interiorizado ni trabajadas por la mujer, o incluso que no implican el desarrollo de un proyecto de vida común con el nuevo ser.

Sabemos que hay mujeres que deciden ser madres entre otras razones, para ceñirse a un rol social; porque desean ver cumplidas sus expectativas de vida en su descendencia; porque piensan que una hija o un hijo ayudará a mejorar los problemas de la pareja; porque sienten que la edad puede ser un impedimento en un futuro; o bien porque quieren dedicar su proyecto de vida a la crianza de su descendencia.

Reflexionar sobre estos aspectos, permitirá a la madre, y en general a quienes intervengan en el cuidado del bebé, reconocer la calidad de los vínculos que se generan desde la gestación.

Cómo se materializa el deseo materno

Cualquier persona al nacer necesita una conexión estable y segura con una persona capaz de protegerlo. En gran medida, ese primer lazo afectivo se establece con la persona cuidadora primaria. Al mismo tiempo, este vínculo se transforma en una de las relaciones más significativas que mantendremos a lo largo de la vida.

De aquí la importancia de lo que se denomina un apego sano, como el vínculo que materializa el deseo materno y que está determinado, como hemos dicho, por las motivaciones de ese deseo.

Además de proximidad y cuidados, una persona necesita desde la infancia, establecer distancia con respecto a quienes le cuidan para descubrir el mundo, obtener estimulación y desarrollar sus capacidades. Este es uno de los principales beneficios de un apego materno sano, pues facilita el proceso de emancipación de las personas desde la infancia a través del establecimiento relaciones sociales equilibradas.

Existen infinidad de motivaciones por las cuales una mujer decide o elige ser madre. Cuando la maternidad está vinculada a un proyecto de pareja, es esta la que aportará a la construcción de un apego sano desde la infancia.

No podemos dejar de mencionar, que el hecho de no poder ser madres, o simplemente tomar la decisión de no concebir, no significa que una no tenga una vida plena, placentera y feliz.

Diferencias entre los conceptos de vínculo y apego

La idea de vínculo hace referencia al lazo afectivo que emerge entre dos personas y que genera un marco de confianza en la otra persona y en la vida, en un contexto de comunicación y de desarrollo.

Por otra parte, el apego es un mecanismo natural que posibilita la vinculación bebé-madre con el objetivo biológico de proveer de proximidad, protección y seguridad de la persona que figura como cuidadora y que permitirá la exploración de lo desconocido.

El vínculo de apego materno se inicia desde la gestación, a través de las representaciones que la madre va construyendo durante el embarazo.

Toda persona, al nacer y durante la infancia espera sentirse acogido y amado incondicionalmente por su madre. Cuando esto no sucede, emergen sentimientos de tristeza, desamparo, frustración y rabia que muchas veces no son expresadas, ni canalizadas. Para sobrevivir, la criatura termina por amoldarse, sin embargo, arrastrará consigo las consecuencias de esta ruptura con sus emociones.

Entendiendo el apego materno

Se considera que son tres los momentos que influyen en la manera en que se establece el vínculo de apego entre la madre y su bebé:

Durante el embarazo. Se considera que si se cumplen las expectativas que tiene la madre con respecto a la vida que está gestando, el vínculo se inicia muy pronto. Si por el contrario, la realidad no coincide con el sueño de la madre, el vínculo entre ambos tardará en aparecer.

Durante el parto. En este momento, la sensación de la madre de haber tenido una experiencia gratificante durante el alumbramiento, ayudará a sentir confianza en la capacidad de crianza del recién nacido.

Durante el posparto. Observando la conducta de los recién nacidos en los primeros minutos después del nacimiento, el contacto visual entre madre e hijo o hija es muy intenso. Esta interacción es satisfactoria y fisiológicamente necesaria, aunque puede no ocurrir.

Dependiendo del tipo de apego que se genere a lo largo de estas etapas, el impacto emocional en el bebé será distinto. Estos tipos de apego pueden ser: seguro; ansioso-ambivalente; evitativo y desorganizado. Exceptuando el primero, los otros tres pueden generar problemas de comportamiento durante la infancia y la edad adulta.

Las mujeres podemos evitar la culpa cuando se genera un apego insano.

Aunque en la tarea de formar vínculos de apego están involucrados tanto la madre, como el padre y demás personas en el entorno del bebé, en ocasiones, las mujeres sienten culpa, al percibir que el lazo afectivo que ha creado con su hijo o hija  es deficiente.

Cuando esto ocurre, es posible aliviar la angustia que se genera en nosotras, siempre y cuando seamos conscientes de ello. La carga que estemos dispuestas a soltar será un peso menos que le evitaremos a nuestros hijos o nuestras hijas.

Que una madre pueda reconocer las razones que inspiraron su deseo materno, así como percibir el impacto de las carencias que hubiesen podido afectar el vínculo de apego materno, será un primer paso para sanar la relación consigo misma y con sus hijos o hijas, desde la comprensión mutua y el diálogo.

Estas y otras cuestiones a analizar son claves para analizar que nos llevó o nos lleva a ser madres con el único objetivo de vivir una experiencia de vida desde la salud emocional y en plenitud.