Vientre de alquiler con derecho a compra

9 Ene, 2018Artículos, Feminismos

Podemos llamarlo gestación subrogada, por sustitución, subrogación gestacional o uterina, podemos usar todos los neologismos que nos brinda la Organización Mundial de la Salud para evitar el término que lleva utilizándose toda la vida: Vientre de alquiler.

Una vez más, el capital y el patriarcado se alían para hacerse dueños del cuerpo de las mujeres y comerciar con él como si de un bien mercantil se tratase. Una vez más intentan imponernos una práctica que implica el control sexual sobre nosotras.

Y, ¿por qué nos encontramos con que últimamente, cuando parece que hay más interés por regular esta “técnica de reproducción asistida” en España, más se evita el término? Sencillo: En esas dos palabras se define verbalmente a la perfección en lo que consiste esta llamada técnica reproductiva. En pagar por las capacidades biológicas de las mujeres.

Pero para ilustrarnos, podemos leer la definición que nos dan Fernando Abellán y Alfonso de la Fuente, asesores del Ministerio de Sanidad de España sobre esta práctica que dice así: “Subrogación significa sustitución, de manera que un embarazo por sustitución es el que se produce cuando una mujer accede a quedar embarazada y a dar a luz un hijo o hija, en sustitución de otra que no puede o no quiere hacerlo, mediante la transferencia de embriones procedentes de gametos propios o de la madre subrogada”.

Esta definición a mi parecer se queda en la superficie de un análisis lingüístico al que no le interesa ahondar en la realidad, que siempre es más complicada que la fría teoría descriptiva. Esta explicación también peca de una perspectiva totalmente heterocentrista, que deja de lado a toda familia que no se constituya por un hombre y una mujer, invisibilizada y negada por el Ministerio de Sanidad de España, aunque para muchas personas esto no será una sorpresa. Según un estudio de Oxford Academic, el 20% de las parejas que utilizan la gestación subrogada son familias del mismo sexo mientras el 80% son parejas heterosexuales.

Hablemos de esa realidad un poco más complicada que mencionaba antes. El pasado mes de Junio, Albert Rivera presentó a proyecto una ley que regularía la gestación subrogada en España. Una ley, según su partido, que solo permitiría que las mujeres de manera “altruista” ejerciesen de vientres de alquiler, siendo esta madre con anterioridad, mayor de 25 y con una situación económica estable. Mientras el Comité de Bioética, se opone a la regulación de esta práctica, no sin polémica, dado que parece que algunos miembros estén en contra por razones homófobas o religiosas y no por oposición a la mercantilización del cuerpo de la mujer.

En cambio, el parlamento y el consejo europeo se manifiestan abiertamente en contra de esta práctica, ya que es una violación de la dignidad de las mujeres, por ser una forma de explotación de su cuerpo. En el informe Wendell llevado a cabo por el gobierno de Suecia se asegura que es imposible garantizar el carácter altruista de la llamada gestación subrogada, dejando claro el margen de explotación comercial de esta práctica. Aquí es donde entra el factor de clase, esta práctica dejaría totalmente desprotegidas a las mujeres en peligro de exclusión social, a las que luchan cada día contra la pobreza.

Retrocediendo un poco mas en el tiempo, podemos encontrarnos con esta capitalización y mercantilización de los vientres de alquiler de una manera extremadamente obvia. Tan obvia, que resulta inevitable preguntarse, ¿cómo en un país donde esta práctica no es legal, se puede celebrar una feria en la que se ofrece este servicio?

En mayo de este mismo año, se llevó a cabo una feria de gestación subrogada donde se podían comprar estos servicios, asesorarse legalmente, y lo que es peor, auto convencerse de que los vientres de alquiler son una manera respetuosa y ética de tener un hijo o hija con tu carga genética.

Es innegable que una de las razones principales por las que diferentes familias deciden utilizar este método en vez de la adopción es esa, tener un hijo hija biológico, que perpetua tu identidad genética, en definidas cuentas, eso que estos futuros madres y padres llaman un hijo o hija “suyo”. Una vez mas, el sistema capitalista observa los deseos (que no necesidades) de las personas con poder económico y crea un nicho de mercado al rededor del cuerpo de la mujer, respaldado por el patriarcado, donde las mas afectadas son las mujeres pobres a nivel transnacional.

Esta feria no se celebró sin polémica. 40 asociaciones feministas convocaron protestas para luchar contra este ataque del capital y el patriarcado hacia la autonomía de la mujer donde se podían escuchar consignas como “Mi cuerpo no se vende, mi vientre no se alquila”.

Entre ellas la asociación No somos Vasijas que lucha contra el alquiler o compra de manera total o parcial de las mujeres. Rescato tres puntos de su manifiesto que resumen a la perfección las ideas a las que intento dar forma en este texto:

  • Abogar por el derecho a decidir de las mujeres en materia de derechos sexuales y reproductivos. La madre gestante, al estar sujeta a un contrato previo al embarazo, no tiene derecho a decidir durante el proceso ni después del parto, lo cual vulnera gravemente sus derechos.
  • Rechazo hacia la lógica neoliberal que quiere introducir en el mercado a los “vientres de alquiler. Este sistema instrumentaliza las desigualdades sociales estructurales para convertir el cuerpo de la mujer, una vez más, en negocio.
  • El “altruismo y generosidad” de unas pocas, no evita la mercantilización, el tráfico y las granjas de mujeres comprándose embarazos a la carta. Entre los defensores de esta práctica la generosidad de las madres restantes es un argumento repetido constantemente, lo cual no hace mas que reforzar los roles de género donde la mujer se ve obligada a complacer y ofrecer servicios al otro. Esto solo sirve como distracción para no centrarse en los problemas reales como el tráfico de úteros y la compra de bebés.

De momento, ninguna mujer se ha manifestado para defender su derecho a gestar altruistamente a un niño o niña para entregárselo a otra familia. Hasta ahora, solo hemos escuchado a voces que exigen como derecho tener hijos e hijas con su propia carga genética, que están dispuestos a pagar entre 35.000 y 150.000 euros por un bebé. Quizá toda esta situación debería hacernos reflexionar sobre la verdadera naturaleza de un “derecho” que las mujeres ni quieren ni necesitan y sobre de que está hecho el deseo de ser madres y padres.

Los hijos e hijas no son de los padres y madres son del mundo y si es desde la propiedad desde donde los concebimos nunca serán libres.

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¿Y si les dejamos vivir como personas con sus derechos?

¿Cuántas niñas y niños viven en situación de necesidad? ¿Cuántas niñas y niños son explotados sexualmente? ¿Cuántas niñas y niños son usados para realizar trabajos? ¿Cuántos niños y niñas sufren directamente la guerra como actores y receptores de dicha violencia? ¿Cuántas niñas y niños tienen su infancia robada? ¿Cuántas niñas y niños no pueden tener un desarrollo adecuado por incumplimiento de sus derechos? ¿Cuántas personas menores viven desprotegidas sin acceso a vivienda, alimento, sanidad, educación? ¿Cuántos son maltratados y/o viven malos tratos en sus casas?… ¿Y si les dejamos vivir como personas con sus derechos?

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