Las mujeres son las personas más excluidas en el mundo

14 Nov, 2016Artículos, Feminismos

La exclusión social en España es un fenómeno que afecta a miles de personas cada día. Las dramáticas tasas a las que nos enfrentamos desde hace años ponen de manifiesto la necesidad de unas medidas sociales efectivas para paliar esta situación que con la crisis sigue además empeorando.

Para las mujeres, no son sólo las desigualdades económicas las que provocan su situación o riesgo de exclusión social; son las desigualdades de género propias del sistema patriarcal las que causan ese grave riesgo de exclusión social y marginación.

En el Día Mundial contra la Exclusión Social queremos no solo denunciar las altísimas tasas de exclusión social en España y el continuo aumento de la pobreza. También queremos recordar que, detrás de cada cifra hay una persona que sufre día a día las desigualdades de una sociedad injusta, que además mira para otro lado cuando no le toca directamente.

 

¿Qué entendemos por exclusión social?

La palabra exclusión, tiene varios sinónimos, por citar algunas: marginar, apartar, destituir. Es decir, se denomina marginación o exclusión a una situación social de desventaja económica, profesional, política o de estatus social, producto de un sinnúmero de dificultades que una o grupo de personas tienen para su integración social.

La UNESCO define la exclusión social como “la no-participación activa ni pasiva en la sociedad, sin organización comunitaria y sin recibir servicios y bienes sociales”.

Según la metodología AROPE (del inglés, at risk of poverty or social exclusion), para calcular la tasa de exclusión social hay que tener en cuenta tres variables: la población en riesgo de pobreza (calculado con el método Eurostat, que mide la población que gana un 60% menos de la mediana), la situación laboral de los hogares, y los índices de carencia material severa.

En España, siguiendo esta definición, un 28,6% (datos INE 2016) de la población se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social. Esta cifra, algo menor que la del anterior informe, indica que casi 3 de cada 10 personas se encuentran en esta situación.

Es decir, 3 de 10 personas viven bloqueadas y limitadas para el acceso a la vivienda, trabajo, alimento, ropa… pero, sobre todo, viven sin poder desarrollarse y realizarse como personas de pleno derecho, sin poder satisfacer sus deseos o capacidades, sin poder verse representadas con las mismas oportunidades dentro del contexto social considerado normativo.

La exclusión social es un proceso acumulativo de factores negativos, con barreras y límites, que la dejan a la persona fuera de la participación de la vida social aceptada por la mayoría, afectando a sus relaciones físicas y emocionales.

 

El género como indicador de la exclusión social

En España, el 28,9% (datos INE 2014) de las mujeres cumplen alguna de las tres variables para encontrarse en riesgo de pobreza o exclusión social. No obstante, basándonos en los diferentes informes estudiados, podemos decir que la dimensión de género ha sido ignorada en los indicadores de las investigaciones sobre pobreza y exclusión social.

Más allá de la clásica diferenciación sexual hombre – mujer, apenas aparecen menciones relacionadas con el género como variable determinante para entender el fenómeno de la exclusión social en las mujeres.

Fue a finales del siglo XX cuando apareció por primera vez el término feminización de la pobreza. Se ha utilizado históricamente para referirse a fenómenos como:

  • la sobrerepresentación de las mujeres en la franja de pobreza
  • el aumento progresivo de la presencia de mujeres entre las personas pobres
  • el incremento de la pobreza en hogares encabezados por mujeres
  • el aumento de la visibilidad de la pobreza de las mujeres
  • el hecho de las mujeres se empobrecen por razones y procesos específicos y condicionados por el género

Hoy en día, los estudios más recientes descartan la utilización del término feminización de la pobreza por ser poco preciso siendo sustituido por análisis de género de la pobreza y la exclusión social.

Este abandono del término no supone que se preste una menor atención a las desigualdades provocadas por ser mujer. Se intenta prestar mayor atención, de una forma cuantificable, hasta qué punto ser hombre o mujer influye en el riesgo de vivir pobreza o exclusión social.

 

Ser mujer es un factor de riesgo

Algunos de los elementos más característicos que sustentan a la sociedad patriarcal provocan una mayor vulnerabilidad de las mujeres a encontrarse en riesgo de exclusión social.

De hecho, las mujeres son las más pobres y las más excluidas en cada sociedad del mundo.

El desigual acceso al mercado laboral, la gratuidad de los cuidados, el trabajo doméstico no remunerado, la necesidad de reducción de jornadas para compatibilizar con el cuidado familiar, la diferencia de salarios por razones de género, la dependencia económica marital, no percibir una jubilación propia… La violencia de género, la prostitución, la diversidad funcional… son barreras a las que las mujeres tenemos que hacer frente.

Por otro lado, las mujeres con hijas e hijos encargadas del sustento de la familia en solitario, son uno de los colectivos más afectados por la exclusión social. La necesidad de acceder al mercado laboral se ve recortada por el trabajo doméstico y el cuidado familiar en exclusiva. Puesto que éste no está retribuido, los ingresos de esta unidad familiar rara vez llegan a cubrir las necesidades más básicas.

Según datos extraídos del Informe sobre exclusión y desarrollo social en España-2014: una mirada de género a la exclusión social: un 39,2% (2013) de los hogares monomarentales, con una mujer como sustentadora única y principal, se encuentran en situación de exclusión social.

Además, estas enormes desigualdades sociales e injusticia social propia del sistema capitalista y patriarcal pone a los menores como víctimas directas de la pobreza y la exclusión social.

 

Igualdad de oportunidades para acabar con la exclusión social

El problema de la exclusión social está directamente relacionado con la desigualdad de oportunidades, ya que algunas personas están más expuestas a la exclusión por sus condiciones económicas y personales, y sufren de discriminación machista, racista, capacitista o por edad.

La participación y representación activa de las mujeres, y de los otros colectivos discriminados, en la sociedad, en la política, en la religión, y en cualquier esfera de decisión, está completamente limitada y bloqueada, siendo en algunos países del mundo completamente nula.

Si se asume que lo establecido como norma no es lo representativo de todas las personas que conformamos las diversas sociedades en el mundo, podremos avanzar pasos hacia la no discriminación y exclusión social.

Podremos aceptar, respetar, convivir y trabajar para contrarestar los mecanismos capitalistas-patriarcales que ponen a ciertas personas en posición de vulnerabilidad de sufrir la situación o riesgo de ser excluidas socialmente.

Éste gran problema es un problema de toda la sociedad, no sólo de las personas que lo sufren directamente.

 

Referencias:

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