La histeria, otro mito de la pseudociencia machista para anularnos

26 Mar, 2019Artículos

A lo largo de la historia las mujeres hemos sido el blanco de un sistema de pensamiento que ha legitimado ideas destructivas y por supuesto falsas, relacionadas con nuestro cuerpo y nuestro ser de mujeres. En esta ocasión abordaremos cómo fue concebida la histeria, otro mito de la pseudociencia machista para anularnos.

A las mujeres se nos juzga de irascibles, controladoras, vulnerables, dominantes, seductoras. Se dice de nosotras que “nos enfurecemos como mechas de cerillas”, que “nos estresamos por cualquier cosa”, “que buscamos cualquier excusa para discutir”, “que no permitimos las improvisaciones, porque planificamos todo al dedillo”. Y en general, “que somos seres impredecibles e imposibles de comprender, pues somos unas histéricas sin remedio”.

Cualquiera de estas afirmaciones es franca y llanamente, misógina, machista, y merecedora de nuestro repudio absoluto.  

Para justificar estas supuestas alteraciones de nuestra personalidad, el patriarcado inventó la histeria -junto a tantos otros mitos- para describir una enfermedad a la que sólo las mujeres éramos propensas. Lo pensaban Hipócrates y Platón, quienes atribuyeron este supuesto mal a un “útero errante”, que se paseaba por nuestro cuerpo causando desequilibrio. Galeno creía que si el útero no era utilizado, algo que supuestamente ocurría a las viudas o a las mujeres que no tenían sexo por un tiempo prolongado, la sangre menstrual quedaba retenida y enfermaba al cuerpo de las mujeres.

En el siglo XIX, cualquier malestar que manifestaba una mujer, por leve que fuera, era considerado producto de la histeria, por lo que esta falacia se convirtió en el diagnóstico para casi cualquier mujer de aquella época, al grado de que una de cada cuatro mujeres fue diagnosticada de histeria.

A causa de este sesgo de género durante la revolución industrial, se llegó a recopilar una lista de síntomas de la histeria que superaba las 75 páginas en algunos manuales. Se especulaba que el ritmo de vida de la época actuaba como factor desencadenante de la supuesta enfermedad.

Un mal inventado que nos ha costado caro a las mujeres

La palabra histeria procede del griego hystear, que significa útero y hacía referencia a malestares atribuidos a la presencia de este órgano característico de nosotras las mujeres, causante de todos nuestros males, llevándonos incluso, hasta la locura.

Tal como hemos explicado, durante la segunda mitad del siglo XIX, una cuarta parte de las mujeres habían sido diagnosticadas con este ficticio mal, de manera que los hombres de ciencia fueron experimentando métodos de tortura para curarla, como la denominada cura de reposo o la técnica de curación por autoridad, con el que pretendían vaciar la mente, hasta la pérdida de autonomía y vida intelectual, para eliminar cualquier pensamiento perturbador. La mujer regresaba a la infancia, permanecía en cama y aislada, obedeciendo las indicaciones paternalistas de los hombres, sometidas a una tortura extrema.

Llegaron a emplearse técnicas quirúrgicas tan salvajes, como la extirpación del clítoris o de los ovarios o las cauterizaciones, para tratar y curar los supuestos trastornos mentales femeninos como la histeria, la masturbación o la ninfomanía, según documentan las catedráticas Silvia García Dauder y Eulalia Pérez Sedeño en su libro Las ‘mentiras’ científicas sobre las mujeres.

En otras ocasiones, las cuales eran tratadas mediante un masaje pélvico para estimular la vagina hasta provocar un orgasmo. Por supuesto, en aquel entonces no se hablaba del orgasmo de las mujeres, sino de paroxismo histérico, de manera que los síntomas de la histeria, atribuidos entre otras causas, a un deseo sexual reprimido, parecían desvanecerse.

En el capítulo Invenciones científicas sobre las mujeres, las autoras explican cómo la histeria, la depresión o la inestabilidad emocional han sido consideradas como disfunciones típicas de las mujeres, en las que somos presas del control de nuestras hormonas.

Que si porque menstruamos, que si porque no controlamos nuestros impulsos sexuales, que si acabamos de parir y estamos deprimidas, que si estamos entrando a la menopausia. Cualquier excusa ha sido utilizada para que la ciencia machista invente malestares, para después intentar someternos con curas absurdas.

sintomas de la histeria femenina y masculina

Dejemos de llamar histeria al trastorno de conversión

A mediados del siglo XIX, el médico Paul Briquet  se mostró en contra de las teorías reproductivas del origen de la histeria, incluso sugiere cambiar el nombre a este trastorno, por estar demasiado relacionado al útero como generador de los síntomas, o éstos eran demasiado generales. Por tanto, si las causas de la histeria eran de origen neurológico y no uterino, no había razón para descartar que el hombre también pudiera sufrirla. El mismo Briquet afirmó haber tratado algunos casos de histeria masculina.

Junto a Briquet, la figura de Jean-Martin Charcot dejó marca como mentor de Sigmund Freud, pero en especial, en la historia de la histeria como enfermedad.

La idea de la histeria uterina era para Charcot un gran error que se había trasladado durante siglos, y era el momento de repararlo. Además, Charcot no fue insensible al hecho de que se hiciera cada vez más común el uso de la histerectomía como tratamiento de la histeria en la mujer, lo que le parecía inútil y sádico. Charcot tuvo un papel preponderante en el estudio de los casos de histeria en hombres y niños.

Años más tarde, en su libro La señora Dalloway, Virgina Woolf aborda la histeria masculina, para describir a los hombres que habían vuelto traumatizados de la guerra. En esta novela de 1925, Woolf describe dicho término asociándolo ya con una idea más ajustada desde un punto de vista clínico.

Años más tarde, en 1952, la Asociación Americana de Psiquiatría reconocía oficialmente que la histeria femenina no era una enfermedad, sino un mito anticuado, y el orgasmo de las mujeres era una necesidad fisiológica, al igual que comer o dormir.

Aún así, algunas personas no reconocen que es necesario cambiar la denominación de la histeria. Hasta 2018, la RAE por ejemplo, continuaba legitimando la definición como una “enfermedad nerviosa, más frecuente en la mujer que en el hombre, caracterizada por gran variedad de síntomas, principalmente funcionales, y a veces por ataques convulsivos”.

Actualmente al diagnóstico de la histeria se le conoce como trastorno de conversión, el cual se ubica dentro de la clasificación de las neurosis y puede ser padecido tanto por mujeres como por hombres.

Aunque el término histeria continúa utilizándose en la actualidad como otra forma de hacer referencia al trastorno por conversión, su diagnóstico según las pautas de la época victoriana está completamente erradicado.

Se afirma que los síntomas del denominado trastorno de conversión comienzan de manera repentina después de una experiencia estresante, como se explica en el artículo Trastorno de conversión: aspectos psiquiátricos y psicoterapéuticos, publicado por la revista de Neuropsicología Clínica. El trastorno de conversión o disociativo, consiste en una alteración mental a causa de la cual, la persona es incapaz de integrar emociones o experiencias y somatiza su malestar mediante síntomas físicos.

Síntomas motores

  • Dificultades en la coordinación o el equilibrio
  • Afonía o perjuicio en la capacidad de emitir sonidos
  • Problemas de contención urinaria
  • Parálisis o debilitamiento de alguna zona corporal, llegando a afectar a la totalidad del cuerpo
  • Problemas en la deglución
  • Desvanecimentos
  • Distonía
  • Convulsiones

Síntomas sensoriales

  • Déficit en la visión
  • Problemas del sentido auditivo
  • Pérdidas en la percepción del tacto

A pesar de no estar establecidas de forma concisa las causas del trastorno por conversión, se teoriza que los síntomas anteriores están relacionados con la aparición de algún conflicto psicológico o algún evento estresante, como los que describe Wolf en su libro.

Por lo general, las señales aparecen de forma súbita tras que la persona vivencie alguna experiencia traumática o estresante. Quienes sufren este trastorno también presentan:

  • Enfermedades físicas
  • Trastornos disociativos
  • Alteraciones de la personalidad

Sin embargo, el trastorno por conversión también puede darse en personas aparentemente sanas, existiendo una serie de factores de riesgo como son:

  • Estrés excesivo
  • Traumas emocionales
  • Roles de género
  • Familiares con trastornos de conversión
  • Experiencias de abuso tanto físico como sexual

A la defensa de nuestro poder

Sabemos que aquellas ideas del siglo XIX no eran científicamente correctas, y que legitimaron el uso de prácticas brutales contra nosotras las mujeres. Sin embargo, la invención del vibrador, sobrevivió a las ideas de la época, y pronto se expandiría por todo el mundo.

Una encuesta realizada para la Universidad de Indiana y el Instituto Kinsey, en la que participaron casi cuatro mil mujeres, reveló que el 52,5% había utilizado alguna vez un vibrador, bien en pareja, bien para su masturbación en solitario.

Este trabajo demostró que su uso seguía aumentando a nivel mundial, asociado a mejores índices de excitación, lubricación, deseo y orgasmo, y muy lejos, por fortuna, de aquellas atroces prácticas del siglo XIX.

Ahora que sabes que la histeria es una invención más, mediante la cual el machismo ha ejercido violencia sobre nuestros cuerpos, puedes desmentir los mitos sobre la Histeria. Nunca más permitiremos que alguien nos llame histéricas para ofendernos, reprocharnos, mucho menos reprimirnos o someternos. Recuerda que somos aliadas y en nuestro ser de mujeres reside nuestro poder.

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