Este 24 de marzo celebramos el día internacional del derecho a la verdad en relación con las violencias graves de derechos humanos y la dignidad de las víctimas.

La violencia sexual tal y como explicamos en nuestro Glosario Feminista, se manifiesta a través de agresiones psicológicas o físicas que tienen como fin someter a la víctima a condiciones de inferioridad y por supuesto reafirmar el control sobre los cuerpos, en su mayoría, los cuerpos de nosotras, las mujeres.  La violencia sexual puede darse hacia niños y niñas, mujeres y hombres. Cualquier persona puede ser víctima de este tipo de violencia, pero las cifras hablan por sí solas. En España son denunciadas un promedio de una violación a cada ocho horas aunque lamentablemente no se cuenta con una cifra exacta, ya que la estigmatización sobre la víctima hace que muchas veces no se denuncie. Existe una macroencuesta sobre violencia de género realizada en 2015 de la que se obtienen algunos datos sobre la magnitud de este fenómeno.

Las encuestas indican que la mayoría de las agresiones sexuales hacia mujeres no son perpetradas por desconocidos, sino que son realizadas por conocidos e incluso por familiares. El sentimiento de vergüenza y culpa es el que generalmente invade a las víctimas, cuando debiera ser todo lo contrario, cuando ese sentimiento debiera pertenecer a las persona responsable de los actos y violencias, así como la reparación del daño, aunque sin duda alguna, es un daño difícil de reparar pero no imposible.

Durante años nuestros cuerpos han sido utilizados como herramienta de poder, cuerpos como si fueran mercancías, como una arma para destruir, para provocar dolor físico y psicológico. No solo a nosotras las mujeres sino también al resto de la población, a través de este “mensaje” se ha logrado dañar la dignidad, tanto de las víctimas como de poblaciones enteras, o al menos ese ha sido uno de los objetivos.

Nuestros cuerpos utilizados como arma de guerra

La privación del derecho a la igualdad contribuye a la forma más antigua de aniquilación de género, el feminicidio, que tal y como define nuestro Glosario Feminista, es el asesinato de mujeres por el hecho de ser mujeres ha sido una de las más grandes armas de guerra de los estados, utilizando los cuerpos de mujeres para imponer poderes militares y luchar contra sus adversarios, utilizando la violencia sexual y psicológica como mensaje a sus enemigos. Veamos los siguientes casos:

  • Bosnia: las violaciones masivas que se realizaron durante la guerra con alrededor de 44,000 mujeres víctimas, entre ellas, miles de niñas, las cuales fueron perpetradas por policías y militares serbios en centros de detención. Si os interesa saber más, os recomendamos ver la película La vida secreta de las palabras.
  • Rwanda: es otro claro ejemplo, como explicamos en nuestra crítica de la película Hotel Rwanda, durante la guerra y genocidio entre 250,000 y 500,000 mujeres fueron víctimas de violencia sexual.
  • Guatemala: Durante el conflicto armado interno en Guatemala se realizaron miles de violaciones a mujeres, en su mayoría mujeres indígenas.  Dentro de los muchos casos que se perpetraron, el de Sepur Zarco es uno de los casos que más relevancia ha tenido en el país, donde se logra justicia después de 34 años, mediante la admirable fortaleza de 11 mujeres q’eqchi’ que decidieron denunciar y mantenerse firme en el proceso hasta conseguir la condena de dos oficiales de alto mando militar.

La violencia sexual y el feminicidio como arma de guerra, no es un fenómeno reciente, pero es hasta la guerra de Bosnia en donde lamentablemente se les reconoce a las mujeres como instrumento de guerra.

Definitivamente, seguimos siendo parte de una sociedad y sistema judicial machista que sigue cuestionando la versión de la víctimas, así como su vida posterior. Parece que nuestro derecho a vivir y disfrutar con autonomía, reir, caminar y viajar solas, e intentar llevar una vida como la de cualquier otra persona, un día puede llegar a ser una prueba contra nosotras.

El poder de resiliencia de las mujeres

Una de las consecuencias más grandes después de un abuso o violación sexual, es la recuperación de la confianza, tanto en una misma como en las demás personas. Por eso es tan importante el reconocimiento de la verdad, el sentirnos creídas, sentir que las personas confían en nuestro relato y no lo cuestionan. Las mujeres que hemos sido abusadas o violentadas sexualmente, tenemos derecho a que se nos haga justicia para lograr volver a ser activas en la sociedad, tanto física como emocionalmente.

“La ley va a cambiar mi vida desde una perspectiva financiera, pero también me hace sentir un ser humano de nuevo ” Ana Horvatinec  (Mujer violada por soldados Serbios)

La credibilidad hacia las víctimas

Cuando existe un problema social como la violación sexual contra las mujeres, primero debe reconocerse su existencia. Los argumentos o estereotipos que como sociedad reflejamos en estos casos constituye una revictimización al cuestionar el testimonio de las mujeres.  

Durante los últimos años, se ha logrado determinar  esta problemática latente, e incluso se ha llegado a cuestionar las sentencias de estos casos, donde muchas veces se culpabiliza a las propias víctimas por las decisiones que han tomado, por la ropa que llevaban puesta en el momento de ataque, e incluso a culpabilizar a la víctima por intentar llevar una vida normal después de haber sufrido una violación.

Diferentes colectivos feministas han denunciado la importancia de concienciar sobre este tema y se han realizado dos grandes campañas a favor de la credibilidad de las víctimas:

#YOTECREO

Esta campaña lanzada en el 2016 por la Asociación Mujeres de Guatemala que tiene su sede en Madrid, fue la primera campaña a favor de la credibilidad de las víctimas de violencia sexual en el estado español. Ana, una mujer refugiada guatemalteca cuenta a través de un cómic la agresión que sufrió por parte de un conocido, y de la ausencia de credibilidad a la hora de  denunciarlo. La campaña también logra visibilizar los estereotipos que se construyen alrededor de la víctima, tanto del entorno del agresor, de la sociedad, e incluso de la justicia, al hacer creer que una persona no puede ser víctima de violencia sexual por tener un nivel académico alto. A través del hashtag #yotecreo, esta campaña logró sumar fotografías y firmas de reconocidas activistas y personas en general, tanto del estado español como de otros países.

 “Yo sí te creo, no estás sola”

Esta frase es la que durante días  vimos en redes sociales, en apoyo a la víctima de la violación grupal en Pamplona en 2016. Uno de los casos más duros y estremecedores, donde la violencia en grupo fue justificada por los perpetradores como de “mutuo consentimiento”. Mientras que el juicio se realizaba, la  versión de la joven fue puesta en duda por la defensa de los acusados y por parte de la sociedad, que no veía bien que ella intentara llevar una vida normal. Esta campaña potente al grito “yo sí te creo” y “no estás sola, venimos en manada” hizo que la población se movilizara, tanto en manifestaciones como a través de las redes sociales, e incluso muestras de rechazo a través de la música.

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